martes, 9 de diciembre de 2014

En espera de un ángel blanco



Texto y Foto: Adianez Fernández Izquierdo
Desde el primero de octubre de este año Judith Martínez sabe de desvelos; vive pendiente al teléfono, esperando un timbre o un mensaje de su esposo Jorge Martínez Cruz, uno de los colaboradores cubanos en la lucha contra el ébola. Espera ansiosa alguna señal, para saber que está bien y terminó satisfactoriamente otra jornada de trabajo en Sierra Leona.

Como el resto de los familiares siempre está atenta a las noticias, preocupada por las condiciones de trabajo allá, por el médico Félix Báez, y pendiente siempre de que encuentren alguna cura para tan terrible epidemia.
Como también trabaja en el sector de la Salud, a esta licenciada en enfermería y supervisora en el policlínico 1 de San Antonio de los Baños, no le son ajenos los peligros de esta misión, la quinta en la que él participa, pues como miembro del contingente Henry Reeves ya estuvo en Guatemala, El Salvador, Haití y Venezuela, siempre en condiciones difíciles, ante epidemias o desastres naturales.
«Cuando llegó la noticia de la misión fue muy difícil asumirlo, tantos para sus padres Jorge y Miriam como para sus hijos Jorge Víctor y Javier y para mi, pero sabemos que él es cuidadoso. Cada vez que manda una foto su mamá la saca y se la enseña a los demás, y está muy atenta a las noticias. Él nos aseguró que regresará sano y en eso confiamos».
A kilómetros de distancia, esta pareja, con solo tres años de casados, intenta mantener la comunicación. «Siempre nos hablamos, aunque sea por poco tiempo. Yo calculo sus horas de descanso y lo llamo o le escribo. A veces nos mandamos fotos, y siempre trato de hablarle de cosas agradables, de la puerquita de la casa, de las matas de calabaza y de guayaba  que ya tienen flores, para hacerle agradable ese momento.»
Gracias a este intercambio frecuente Judith sabe que está en un buen hospital, con excelentes condiciones, pero ha visto y pasado por muchas cosas, y hasta otras que tal vez no le cuenta para no preocuparla. «Le impactó mucho una niña que llegó enferma, sin familia, pues ya todos habían muerto de ébola, y de los de allá nadie quería atenderla, solo los cubanos lo hicieron; por suerte, la pequeña no estaba infectada y se salvó.»
Ambos agradecen la solidaridad de todo el pueblo. «A Jorge le escriben mucho por correo y él trata de responder siempre y retribuir todas esas muestras de cariño y de preocupación. Igual a mí me paran por la calle para mandarle saludos y suerte. Es increíble cuánto la gente aprecia su labor».
Ella sabe que se cuida, pues siempre ha sido impecable, todo de completo uniforme, cuidadoso, tanto en la casa como en el trabajo. Además, ella vivió los días difíciles de la preparación previa, cuando Jorge ensayaba con la escafandra que le dejaron llevar para la casa. «Una vez, mientras se cambiaba, se equivocó con un guante y me dijo, <mira, si hago esto allá, me embarco>».
La  enfermedad de Félix, quien ya está de regreso en Cuba, aumentó el temor de todos. “A ellos también les sorprendió, y nos llenó de más incertidumbre a los familiares. Cuando él lo supo no me lo dijo, pero me mandó un mensaje corto; decía <Muchos besossssssss>; eso me pareció extraño, parece que esa fue su reacción”.
También Adriana, la hija de Judith, a sus 12 años sabe de la grandeza de este médico; por eso cuando le pidieron en la escuela hablar de su héroe favorito el elegido fue Jorge, a quien llama el ángel blanco del continente negro. Y le dice que Sierra Leona le ha hecho bien, porque está más amoroso.
Y es que sin dudas la lejanía les llena de nostalgia el corazón, pero saben que en Cuba, una familia pequeña y otra grande les esperan con los brazos abiertos.
Hoy Jorge es el héroe de Adriana, de sus hijos, de sus padres, de Judith y de todo el mundo, porque arriesgando su vida ha sido capaz de llegar hasta uno de los rincones más desfavorecidos del planeta para intentar controlar una epidemia que, de expandirse, podría tener consecuencias incalculables.

No hay comentarios:

Publicar un comentario