martes, 9 de diciembre de 2014

Caña con aroma de mujer

Por Joel Mayor Lorán
Ya sabía de caña antes de enterarse de su propio nombre. La mamá y ella compartían el calor, una el de los campos y la otra el del refugio en su vientre mientras trabajaba. A los siete meses, Cary no esperó más para ver los cultivos por sí misma: la madre estaba alzando caña y se cayó, así que la llevaron para La Habana y nació la diminuta criatura.

“Pesé dos libritas y media. Corría el año 1956, época del capitalismo, y había que trabajar mucho. Era la menor de seis hermanos. Mi mamá ayudaba a mi papá alzando caña, incluso embarazada; casi nazco en el surco, por eso soy cañera”, asegura Caridad Felipe, esta mujer de Bahía Honda.
“Me gradué de la especialidad de técnica agroindustrial en 1987, y no pude seguir hasta la Universidad por un padecimiento cardiovascular, precisamente a causa de haber nacido prematura. Me sentía muy mal, me faltaba el aire… hasta que descubrieron la causa: una abertura, como una herida, que le llaman comunicación interauricular, y me intervinieron el 4 de diciembre del año 2 000, en el Cimeq.
“La operación fue a corazón abierto, y duró ocho horas y 40 minutos, con el extracorpóreo puesto y el corazón parado, para colocarme un parche de 14 puntos adentro. A partir de entonces empecé a hacer mi vida de manera normal”.
Desde luego, eso no quiere decir volver a subirse a una avioneta como antes, cuando aplicaba productos desde lo alto, incluso en áreas de los antiguos centrales Manuel Sanguily y Pablo de la Torriente. “Me hacía muy feliz ver las plantaciones y los campos bien poblados desde arriba”.
Pero aún atiende la pista de aviación. Está al tanto de cada detalle. Ya en 1991 había participado en un estudio nacional sobre los maduradores, en Ciego de Ávila.
“Amo mi trabajo como programadora de caña en el central Harlem. Llevo mi profesión en la sangre, no solo porque mi hermano mayor también era programador en una granja sino porque me gusta. Ya con 58 años y 37 zafras, espero seguir trabajando mientras pueda.
“Para formar un programador se requieren unos diez años; yo estoy preparando el relevo, y mi intención es que sea una mujer quien continúe mi labor.
“¿Por qué? Las mujeres ocupamos más del 70 por ciento de los puestos de trabajo en la actividad de la ciencia y la técnica. Tenemos fuerza y capacidad para continuar venciendo barreras… y defender las conquistas de una Revolución tan maravillosa.
“En esta actividad hay que tener mucha claridad de las variedades de caña, su estimado, las áreas que se planifican, el azúcar a producir, la estrategia de corte por meses a fin de realizar la zafra en el tiempo planificado. Es importante la veracidad de estos datos, para manejar la economía. El programador es la base de la planificación de los recursos”.
Ni la palabra entrevista pudo desviar a Cary de su empeño habitual. Hablaba de trabajo, de variedades nuevas, de acercar la caña al central, y de todo lo que permita enmarcar la zafra en 140 días y obtener más potencial de caña y de azúcar.
Para sus compañeros, ella es la ingeniera, no importa si tiene título o no: Cary atesora un caudal de conocimientos y disfruta compartirlos para que muchos obtengan el suyo.
“Mi trabajo es parte muy importante de mi vida, junto con mis hijos. El mayor tiene 37 años, trabaja en la pesca y es Vanguardia Nacional; el menor tiene 31 y, al terminar la Universidad como Licenciado en Cultura Física, fue llamado a cumplir misión en Venezuela, como fisiatra”.
Igual sobresale como federada, apoyando las labores en el bloque y la delegación. Integró el Comité Provincial de la FMC en Pinar del Río durante 10 años, luego el de Artemisa y, además, en el IX Congreso la eligieron para formar parte del Comité Nacional. Ostenta la Orden Ana Betancourt.
“Tuve el orgullo de conocer a Vilma Espín, en la Asamblea provincial de la Federación en Pinar del Río, en 1998. Cuando hablé de caña y de la industria azucarera, me mandó a buscar, porque ella fue graduada de Química Industrial y elogió mi intervención. Desde entonces estoy más convencida de seguir luchando y llevar los principios de ella, de Ana Betancourt, de Mariana”.
Y, por supuesto, Cary es otra de esas mujeres que estremecen a cualquiera, por su tesón y sencillez.
“Lo mejor que puede tener una persona es la honestidad y la humildad. Ser del campo te da la oportunidad de ser sencilla, afable; eso y mi dedicación al trabajo me han ganado el apoyo y el cariño de los jefes de las 18 unidades productoras a quienes atiendo, y de los cuadros de AZCUBA.
“De esa manera he logrado lo que soy como profesional, como trabajadora, mujer y, sobre todo, como revolucionaria, porque el hecho de que Fidel haya nacido precisamente el día que mi mamá cumplió 10 años reafirma mi amor por esta Revolución”

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